Caballos locos

Como esos caracoleros que en nuestra infancia volaban en la oscuridad, yo también “vuelo” en las noches tranquilas y silenciosas del insomnio y aprovecho a viajar al pasado cuando el “alemán” impiadoso - que me borra la memoria – se queda dormido como un chico bueno.

Por ‘Carancho’ Ramírez

En puntas de pie, anoche volví a una pensión de estudiantes universitarios en Santa Fe: “La Carioca” y me prendí a un Nervigenol o a un Memorex y me junté con jóvenes militantes del radicalismo irigoyenista, que peleaban contra Onganía. El Changüí Cáceres, los Stubrin, Vicente Joga, Hugo Vocouber, Rodolfo Parente, Ricardo Laferriere.

Era la pensión de Andrés Angelina – un compañero peronista de Anyelville – que tuvo la suerte de convivir con ellos y luchar políticamente junto a estos correligionarios, algunos de los cuales se hicieron peronistas, por la influencia de los hermanos Aguirre.

También selló una entrañable y comprometida amistad con Hugo Vocouber, casi nada. Una vida que apagaron los milicos en Mendoza hace más de cuarenta años, en tiempos de la contraofensiva. Ambos estudiaron y lucharon en Santa Fe, cuando las rebeldías estudiantiles se mezclaban con las demandas de los sindicatos peronistas.

El Hugo Vocouber, siempre fue un militante de trinchera, de arriesgar el pellejo, de estar en la primera línea de combate. Un caballo loco, enamorado del sujeto popular. Se recibió de abogado y desbocado galopó para encontrarse con el sujeto popular chaqueño que en el cuadrante pobre entre Quitilipi, Villa Berthet, Villa Ángela y el Mesón, percibían salarios miserables por sus trabajos.

Hizo yunta con “Ñaró” Estigarribia, el “Taco” Vallejos y “Manduré” Medina unos pingos que soñaron cambiar la suerte triste de los negros del Chaco negro. Y en ese andar de leguleyo – defensor de pobres y ausentes – ayudó a la construcción de los sindicatos rurales y apuntaló la organización de las Ligas Agrarias.

En Villa Berthet armó una tropilla con Anguila Ríos, Nicéforo Fernández, el Viejo Miño y Juan Pío Frías. Todos ellos obreros del surco ajusticiados por las políticas de hambre. Por su lucha lo metieron preso en el 1975. Salió y siguió galopando por el monte chaqueño. Cuando vino la dictadura lo fueron a buscar. Saltó el muro y en una bicicleta gano el terraplén que lo llevó al rancho de Juan Pío Frías. Le cambió su bici por un caballo. Caballo y hombre, hombre y caballo se hicieron clandestinos.

Las noticias que agrandábamos en la cárcel, era que el Hugo Vocouber, con el matungo de Juan Pío Frías cruzó América y anduvo galopando por España, Costa Rica y Nicaragua. Tal vez en su andar por tierras extrañas, conoció a su hija nacida en cautiverio, antes de que se manque el potro de su suerte revolucionaria en Mendoza, donde lo entregaron con las manos atadas en la segunda contraofensiva.

Los militares odiaron tanto a éste jinete prófugo, que se desquitaron alevosamente con Juan Pío Frías y su tropa humilde. Los que estuvimos detenidos, junto al pobrerío de Villa Berthet aprendimos a ver y sentir la profunda veneración y respeto de estos hombres de campo, por aquel abogadito que en la Universidad agitó las banderas de Irigoyen y que en el devenir de su militancia comprometida, puso el cuero en el Chaco de Serrano y Larrategui detrás de las banderas de Perón y Evita.
Hugo Vocouber…caballito criollo, sigue galopando en la memoria de sus viejos compañeros.

Compartir