Realidad mata campaña

Con la medianoche del pasado sábado 22 llegó la calma y la tranquilidad pequeña de quienes ocupan un lugar en las precandidaturas para las internas del 11 de agosto, con la esperanza de representar los colores de sus frentes o sus partidos en las elecciones generales del 27 de octubre.

Mural sobre el aborto.

Por Carlos A Villalba

Como en cada “cierre”, también se escucharon los lamentos de quienes se cayeron de los armados de cualquiera de los espacios y se instaló un espectáculo que no está dentro de los códigos de la política ni de los medios, pero que es moneda común en la Argentina del “periodismo de guerra”: las operaciones periodísticas, a veces desembozadas, a veces más desnudas que la imagen ya inmortalizada de Isabel “La Coca” Sarli.

Sin mucha novedad para mostrar después que las fórmulas presidenciales fueran confirmadas con antelación, solo la marginación de “los políticos” de Cambiemos por parte de las espadas más cerradas de Mauricio Macri dirigidas Marcos Peña, su jefe de Gabinete, fue noticia desde la toldería amarilla en la que Miguel Pichetto debió resignarse al papel de actor de reparto para el que fue convocado, con posibilidades de trepar en la cartelera solo en un futuro que nadie sabe si llegará, con la elección presidencial.

La principal oposición, encabezada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, cómoda puntera en la poco fiable competencia de encuestas, fue mirada con otra lupa por parte de los diseñadores de la agenda comunicacional del país.

Básicamente, trataron de mostrar que “Fernández… es Cristina”, imitando un formato utilizado por el difunto esposo de la ex presidenta, en alusión a que detrás de “Mauricio” estaba “Macri”, un empresario interesado por los intereses de su grupo económico y no por las necesidades de la Nación y los pilares de la República.

La gran prensa “nacional” intentó presentar a la aspirante a la vicepresidencia por el Frente de Todos como la dueña de una lapicera convertida en guadaña para quienes no fuesen de su más íntimo círculo; para ello les fue imprescindible hacer un ejercicio de negación de la dimensión del espacio construido a partir de que Alberto Fernández y Felipe Solá, casi en simultáneo, dijeran hace meses que “Con Cristina no alcanza, pero sin Cristina no se puede”.

Reformularon el dilema del supuesto “piso alto con techo bajo” y dieron la señal de partida de una nueva construcción que se formalizó con la presentación el 12 de junio pasado de un frente compuesto por 18 partidos políticos, encabezados por el Justicialista, Unidad Ciudadana y el Frente Renovador, acompañados por agrupaciones cercanas al kirchnerismo y por otras que se diferenciaban de él como las lideradas por Pino Solanas, Victoria Donda o Hugo Moyano, la inmensa mayoría de los gobernadores peronistas y los intendentes del Gran Buenos Aires que acumulan más votos que cualquier otro distrito.

Además de un movimiento político social como el Evita, la Corriente Federal de Trabajadores, el poderoso Frente Sindical para el Modelo Nacional, la CTA de los Trabajadores y de dirigentes de prácticamente todos los gremios y representantes de la producción del campo y la ciudad.

Semejante abanico obligó a la construcción de una compleja fórmula de armado de las listas, en la que intervino el peso de cada espacio, las realidades locales y una síntesis global que permitiera recuperar en el conjunto de las candidaturas algún espacio que se perdiese en la propuesta provincial. Una de los criterios de selección, empujado por Alberto Fernández, fue el de tratar de garantizar que cada representación mantuviese el mismo número de legisladores nacionales.

Los seis candidatos a diputados pertenecientes a La Cámpora que figuran entre los primero doce que integran la lista bonaerense del Frente de Todos (Luana Volnovich, Máximo Kirchner, Andrés Larroque, Florencia Lampreabe, Wado de Pedro, Rodolfo Thailade) bastó para la siembra de un relato en el que la agrupación kirchnerista fuese mostrada como una “aplanadora” interna, sin contemplar que el liderazgo de la boleta fue cedido a Sergio Massa, ni atender a la pérdida de escaños en la cámara Baja que registrará su total nacional tras los comicios, tal vez compensada por la incorporación de algunos de sus cuadros al Senado.

Errores no forzados, o sí…?

Desde hace largos meses -los mismos que los representantes de grupos financieros internacionales y hasta del propio Fondo Monetario Internacional piden entrevistas al ex ministro de Economía Axel Kicillof- los medios especializados en Economía más importantes del mundo aluden a los problemas generados por las políticas de Macri y los gerentes que conducen sus ministerios.

En su edición de la víspera, el Financial Times, uno de los diarios británicos más prestigiosos, tras aludir a las “fallas” presidenciales, explica que “El hecho de que el Estado no haya resuelto los problemas de los argentinos más pobres, muchos de los cuales están peor después de que se aumentaron las tarifas de servicios públicos en los últimos cuatro años, pone en peligro las perspectivas de reelección del presidente Mauricio Macri”.

Alertados de esta situación, que la Casa Rosada mide minuto a minuto a través de sus dispositivos de control del humor social, perfiles electorales e influencia digital, fue que se apliquen paliativos una situación calamitosa, como “Precios Esenciales”, la extensión semanal de los planes “Ahora 12” con costos financieros superiores al 25% anual, subsidios para la compra de autos 0 km por un mes o la prórroga sobre la hora y hasta 2022 del plazo para acogerse a la moratoria jubilatoria para las mujeres de entre 60 y 65 años.

En realidad, el Gobierno a lo que realmente considera como una tabla de salvación es la “quietud” del dólar lograda, en base a la pérdida de decenas de miles de millones de dólares, después de que la moneda estadounidense trepara 370,3%, desde los $9,76 con que lo recibió el 10 de diciembre de 2015, hasta los actuales $43,70 con que cerró el miércoles 26.

La hipótesis oficial prejuzga negativamente a argentinas y argentinos, considerando que le darán más importancia – si no vuelve a dispararse – a la “estabilidad” alrededor de ese número, que a los $5 más que debe pagar por cada divisa con relación al comienzo del año o a los $20 que aumentó en doce meses.

La suma de los datos sobre la intención de votos, y la preocupación por la “plancha” sobre el dólar supercaro son dos razones que explican el injustificable tanteo de la reacción ante la suspensión ilegal de las PASO bajo el falso argumento del “ahorro del gasto público” en disputas sin rival, ordenado desde Balcarce 50, fogoneado por distintos barros del prime time y la medianoche televisivos y redactados por “radicales” para todo servicio.

El rechazo inmediato de las voces opositoras, la refutación jurídica de esa posibilidad y, que es lo esencial, la imposibilidad de alcanzar la mayoría legislativa para concretar el dislate hizo que, incluso quienes empujaron la intentona, se desmarcasen en el acto y desmintiesen el interés macrista en la jugada. Pichetto, una vez más, guapeó al rechazarla con un “Macri no les tiene miedo”.

En realidad, el análisis de quienes barajaron esa posibilidad concluyó que en dos meses no hay posibilidades de reversión de la crisis económica, por lo que una elección interna, tomada
como si fuese una confrontación externa -tanto por los partidos como por la prensa argentina-, podría desnudar, a modo de un censo y no de una encuesta muestral, ventajas demasiado amplias del Frente de Todos por sobre Juntos por el Cambio.

Un impacto “plesbicitario” como el que podría tener una probable diferencia aplastante ante la suma de las oposiciones, convertida en un plebiscito negativo para la gestión de gobierno además, puede ser leído por los tenedores de letras, bonos y acciones argentinos, como un indicador que adelante lo que sucedería en octubre, acelerando la fuga de divisas y la toma de depósitos en pesos y provocando una corrida que saque al dólar de esa zona que las autoridades creen confortable para la ciudadanía con capacidad de ahorro y compra.

El intento de dejar a José Luis Espert sin andamiaje institucional para participar de las elecciones muestran las preocupaciones del PRO, pendiente de los poquísimos votos que convocaría el economista ultraliberal, que dispara por igual contra los globos amarillos como contra los bombos celestes y blancos, agregó suciedad a la imagen que viene adoptando el partido de gobierno.

La cooptación del nacionalista de derecha Alberto Asseff y el regalo del puesto once como aspirante a diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, del mismo modo que las sonrisas con la modelo antiabortista Amalia Iris Sabina Granata tras su buena performance en los comicios santafecinos, cuajaron en una imagen volcada fuertemente a la derecha, poco atractiva para parte de su electorado, que intenta sostener aditamentos de un progresismo formal.

Son los votantes que respiraron un poco de oxígeno ante la llegada de Martín Lousteau, sus rulos, su esposa talentosa y defensora del aborto seguro, libre y gratuito, a la candidatura senatorial por la Ciudad Autónoma y que se amargaron ante la decisión de la gobernadora María Eugenia Vidal de impedirle la renovación de su banca nacional al “desilusionado y dolido” Daniel Lipovetzky, articulador indiscutido del debate sobre el aborto, y su exilio a la Legislatura bonaerense.

Marcando otra cancha

Desde la vereda de los Fernández empezaron a verse señales luminosas. La mayoría de los analistas atendieron al encuentro que tuvo el martes 25 con su amigo y aliado Juan Manzur, el gobernador ya reelecto de Tucumán; un reconocimiento a su continua prédica a la unidad del peronismo y a su adhesión inmediata al binomio presidencial que integra el ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner.

El candidato, además de cumplir con ese gesto, visitó también el Ingenio y Destilería La Florida, ubicado en el departamento de Cruz Alta, operado por la Compañía azucarera Los Balcanes. Fernández escuchó las palabras de la vicepresidenta de la empresa, Catalina Lonac, quien aludió a la “falta de palabra del gobierno de Macri con el sector (productor de bioetanol) donde no se ha respetado absolutamente ninguna de las reglas y las leyes para la fijación de precios del alcohol”.

Y marcó que “El mundo entero hoy está dejando los combustibles fósiles para ir a los combustibles renovables, resulta que hoy el gobierno nacional solamente habla de Vaca Muerta, matando la productividad de todo un país”.

Ofrecerse como receptor de ese mensaje fue el primer gesto de campaña de Alberto Fernández, quien ya había adelantado que entre los pilares de su gobierno figuran la producción, tecnología para el desarrollo, mejoras en las técnicas de extracción de minerales con controles anticontaminantes, apuesta a las producciones con valor agregado de silicio y litio.

Con su desembarco tucumano hizo el primer guiño hacia las economías regionales, bandera de campaña de todos los sectores partidarios en 2015, realidad ignorada desde ese momento a la fecha por las autoridades actuales. Por otra parte, la alusión a “las reglas y las leyes para la fijación de precios del alcohol” por parte de los empresarios que lo recibieron, aluden a una pelea que data de la época de Juan José Aranguren, el representante de la Shell en el gabinete macrista, y continuada hasta el presente, en beneficio de los hidrocarburos y en detrimento de la incorporación de bioetanol en los combustibles, que aumentaron 86 y un 101 por ciento entre octubre del 2017 y abril del 2019, contra el 35% autorizado para el bioetanol.

La administración actual, tampoco cumplió con su promesa formulada en 2016 de avanzar del corte de los combustibles fósiles con bioetanol del 12 al 26%.

En pleno vuelo de regreso a la capital, el invitado de los productores aseguró que la defensa del sector, forma parte de un proyecto más amplio, destinado a “impulsar las ganancias de los grupos empresarios de distintas regiones”.

Aunque no sea “la economía, estúpido”, esa frase que pusieron en boca de Blill Clinton cuando le trabó la reelección a George Bush padre, sí es la economía,

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