Emisarios y cortocircuitos en las horas más decisivas antes de las PASO

En un rascacielos del sur de Manhattan, en la semana de la bandera, el consultor argentino decidió que el límite era la investidura presidencial. Fue funcionario del gobierno de Cristina Kirchner y lo consulta asiduamente Alberto Fernández, pero escuchar los improperios del ejecutivo de un fondo de inversión contra Mauricio Macri le pareció demasiado.

Alejandro Bercovich, periodista político y económico.

por Alejandro Bercovich

“Más allá de lo que piense cada uno, les pido que respetemos al Presidente”, exhortó a la veintena de clientes que lo escuchaban atentos en la pequeña sala de reuniones con vista al río Hudson.
-¡Lo que pasa es que Macri empezó como market friendly y termina como un market destroyer!

El ejecutivo aflojó con los insultos pero explicó con esa frase el porqué de su malestar. En ese tránsito de “amigable con los mercados” a “destructor” anida la misma decepción que siente la mayoría de los hombres de negocios locales. Desengaño, desilusión, frustración, desencanto. Son los sentimientos que priman en el establishment en las últimas horas previas al cierre de listas. Las más decisivas antes de las PASO del 11 de agosto.

Salvo en el selecto club de los unicornios tecnológicos y en Techint, donde agradecen los buenos oficios de sus gestores judiciales para no quedar enchastrados en la causa de los cuadernos, no hay ningún sector de la economía donde haya verdadero entusiasmo patronal por la reelección de Macri. Muchos empresarios lo votarán igual, por supuesto, con resignación y para no volver a ver a ningún kirchnerista en el poder.

Otros optarán por Roberto Lavagna, aun a sabiendas de que es casi imposible que se cuele en una segunda vuelta contra el kirchnerismo como fantaseaba Miguel Pichetto antes de pegar el salto. Algunos pocos ya juntaron tanta bronca y tantas pérdidas que meterán la boleta de Alberto Fernández tapándose los ojos para no leer el nombre de su candidata a vice.

Entre los neo-albertistas, la apuesta es que tanto él como Sergio Massa “moderen” la influencia que pueda tener sobre la gestión el eje Cristina-Kicillof. Es el fantasma del comunismo que agita Pichetto con su retórica de los años cincuenta, pero al que también le teme más de un CEO, como lo probó el aplauso que cosechó Gustavo Lopetegui en el precoloquio de IDEA en Neuquén cuando pidió “mantener el capitalismo”.

Al secretario de Energía todavía no le había estallado en las manos el peor apagón de la historia del país. La inexperiencia y la inoperancia, al parecer, no respetan barreras ideológicas.

Chernobyl

El consultor que hablaba en el rascacielos de Wall Street no daba crédito de la furia con la que los banqueros hablaban de Macri y su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Es cierto que el raíd alcista de bonos y acciones inmediatamente posterior al salto de Pichetto hizo ganar plata a los flash traders más avispados de aquí y de allá.

Pero no borró los quebrantos que anotaron grandes fondos de inversión como Blackrock, todavía sobrecargados con los títulos de la deuda que les vendió Luis “Toto” Caputo y cuyo valor se pulverizó desde entonces. No en vano sus gerentes acuden al consejo de exfuncionarios kirchneristas.

Los mismos resquemores notó en la Gran Manzana el presidente del Banco de Valores, Juan Nápoli, quien se reunió con inversores, atendió inquietudes sobre Argentina en el Nasdaq y se entrevistó con pesos pesado como Gerónimo “Gerry” Mato, el argentino que más fuerte pisa en el HSBC a nivel global. Todos diversifican sus carteras, por supuesto: el CEO para Argentina del HSBC, Gabriel Martino, se reunió con Alberto Fernández poco después de que Cristina lo ungiera candidato, tal como se informó en esta columna.

Pero no menos cierto es que Mato y Martino le organizaron a Pichetto su gira estadounidense de abril, cuando empezó su acercamiento definitivo al macrismo, como publicó esta semana el portal especializado LaPolíticaOnline.

La lenta metamorfosis de Pichetto en oficialista se catalizó cuando el cordobés Juan Schiaretti decidió aislar y blindar su territorio de las internas de la difunta Alternativa Federal. El rionegrino por adopción, banfileño de nacimiento, estaba hasta entonces convencido del rol protagónico que jugaría esa fuerza en octubre. Una vez que esa avenida del medio empezó a angostarse, se ilusionó con la otra. Ser candidato a vice de Roberto Lavagna se convirtió en su norte, al punto que llegó a explicitar su deseo a mediados de mayo: “Sería un honor”. Nadie se lo había ofrecido.

Cuando el Frank Underwood de cabotaje vio peligrar su continuidad en un cargo electivo, la alternativa del salto al macrismo empezó a hacerse carne en su equipo de trabajo. Era eso o su Chernobyl político personal. Para un hombre que ganó su única elección ejecutiva en 1985, para intendente de Sierra Grande, regresar del llano sería todo un desafío.

Del otro lado hubo dudas, pero el propio Macri dio el okey después de mucho meditarlo. El aval de “Nicky” Caputo durante los últimos partidos de paddle en Olivos pudo mucho más que las insistentes gestiones previas del ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

Un sector del empresariado se dejó convencer de que Macri compró con Pichetto un ticket a la reelección y una garantía de gobernabilidad posterior. Pero las objeciones de Marcos Peña -que desoyó el Presidente- son atendibles. El jefe de Gabinete aduce que si la oposición es derrotada, nadie podría reclamar su liderazgo. Para gobernar, a un Macri reelecto pero en minoría solo le quedaría pactar con los gobernadores peronistas y sus senadores.

Lo que dicen Frigerio y Nicky y lo que compró parte del círculo rojo es que, si ganan, Pichetto los ayudaría en esa articulación. Pero Peña retruca que esos gobernadores igual se sentarían a negociar con Macri si triunfa, porque se mantendrían condicionados por el reparto de fondos y obras en un contexto de ajuste severísimo, regimentado por el Fondo Monetario.

Chinwewencha

El otro problema de haber aceptado a Pichetto que le advierten a Macri observadores que lo quieren bien, es haber desdibujado una identidad política cimentada con los años. No la identidad antiperonista, que tampoco puede reclamar Lavagna con Graciela Camaño a la cabeza de su lista de diputados nacionales bonaerenses y Juan Manuel Urtubey como compañero de fórmula.

Lo que le cuestionan haber sacrificado es el camino autónomo que siempre le propusieron sus sherpas electorales, Peña y Jaime Durán Barba. Haberse recostado durante casi 15 años en esa dupla y seguir ahora el camino diametralmente opuesto al que le sugerían. Contradicciones o golpes de timón a las que solo empujan las crisis profundas.

Guillermo Nielsen machacó sobre esos síntomas de crisis en los encuentros que mantuvo en Europa durante los últimos días, que concluirán con varias reuniones en Madrid. Ahí también, en el cuartel general de Telefónica, hay heridos de la política macrista que buscan refugio en el campamento opositor. Son gestos esperables. Los españoles le hicieron saber a Macri en repetidas ocasiones de su malestar por los beneficios que le concedió a Clarín, que culminaron con la venia para que absorba a Telecom. El que avisa no traiciona, diría Pichetto.

Lo que aglutina a los europeos desilusionados con Macri desde hace al menos dos años, y a los ejecutivos de Wall Street que ahora lo insultan pero hasta hace meses lo vivaban, es el miedo a que se gaste toda la plata con la que decidió apoyarlo el Fondo a instancias de Donald Trump. Los 10 ó 20 mil millones de dólares que se esfumarán para mantener el dólar calmo durante las semanas de tensión que se vienen son 10 ó 20 mil millones menos que irán al pago de los intereses de la deuda durante la próxima gestión, sea propia o ajena.

Son también 10 ó 20 mil millones menos para el repago de inversiones extranjeras que llegan al país en moneda dura y desean salir bajo la misma denominación. Es la semilla del próximo default, tome la forma que tome.

VIAPublicado en BAE Negocios
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