
Por Carlos A Villalba
Rendida ante una realidad que destroza los bolsillos de los trabajadores, la CGT decidió su quinta medida de fuerza, con apoyo del Frente Sindical para el Modelo de la Nacional, las CTA, los movimientos populares – encargados de organizar ollas populares en barrios de todo el país – y con organizaciones de izquierda realizando cortes de accesos viales y marchas al centro de Buenos Aires.
Ese es el escenario en el que arranca el último tramo del proceso electoral que decidirá la continuidad del modelo impulsado por Cambiemos… o su interrupción. Durante quince días, la oposición perón-kirchnerista prácticamente ocupó el centro de la cancha, a partir del anuncio de la fórmula presidencial Alberto Fernández-Cristina Kirchner y de su primera aparición pública en un acto realizado en el municipio bonaerense de Merlo, en el cual la ex mandataria dejó el protagonismo a quien va a encabezar la boleta con posibilidades de lograr la mayor cantidad de votos en la primera vuelta del próximo 11 de agosto.
Después llegó el tiempo del oficialismo, sus aliados y del minué del justicialismo “alternativo”. En la Casa Rosada jamás se dudó que los radicales seguirían en la sociedad, a pesar de que transita por un camino que bordea su extinción como partido autónomo.
Antes de las deliberaciones de Parque Norte, el grupo al que podría llamarse “alfonsinista” se pronunció en favor de romper los acuerdos con el PRO y apoyar la candidatura de Roberto Lavagna; durante la convención del lunes la mayoría de sus componentes se retiraron del recinto y, finalmente, el continuismo encabezado por el presidente del Comité Nacional partidario y gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, se impuso por 261 contra apenas 14 y bajo una lluvia de insultos, entre los que campeó “el hit del verano” con que las hinchadas de fútbol y tantísimos públicos de espectáculos artísticos denostan a Mauricio Macri desde hace un año y medio.
La dirigencia de boina blanca fue corriendo su discurso hasta ubicarse a la derecha de sí misma e incorporar el mensaje del PRO, mucho más cercano al de Marcelo Torcuato de Alvear que al de Leandro N. Alem, ni qué decir que al de Hipólito Yrigoyen.
En realidad, para ese grupo, que acompañó todas las decisiones macristas, la pelea de fondo no era con los “rupturistas” encabezados por Jorge Sappia, Ricardo Alfonsín y Freddy Storani, sino contra el sector “amarillo” del vicegobernador bonaerense, Daniel Salvador, y del cordobés derrotado, Mario Negri, que pretendía la candidatura a la reelección de Macri por aclamación.
Finalmente el radicalismo oficialista tuvo su “victoria” para la foto. En principio impulsores del “paso al costado” de Macri, con los gobernadores de su extracción – Gustavo Valdés de Corrientes, Gerardo Morales de Jujuy y el propio Cornejo – despegando los comicios provinciales de las nacional para no verse arrasados por la que esperan sea una mala performance del mandatario.
Luego se convirtieron en impulsores del “plan (María Eugenia) Vidal” para sacarlo de la fórmula y reemplazarla por la fantasía más imposible que erótica de integrar el dúo Vidal-Lousteau, después reclamaron unas internas que sabían de antemano no obtendrían más la “ampliación” de la experiencia Cambiemos, para terminar mendigando la candidatura vicepresidencial para un “correligionario” y alcanzar “los objetivos que no logramos hasta aquí”, porque “No hemos bajado la pobreza (y) nos hemos endeudado”, como reconoció el propio jefe partidario.
En realidad, esos radicales están preocupados por algo que subyace a la frase de su titular: “No hubo estrategia para ganar más provincias y municipios y lo estamos pagando caro”. Fue una alusión a las nueve derrotas electorales al hilo que acumula su alianza en lo que va del año: las generales de Neuquén, Río Negro, Córdoba y La Pampa y la menor cantidad de votantes en las primarias de La Pampa, Entre Ríos, Chubut, San Juan y Santa Fe, en la mayoría de las cuales ocupó el tercer lugar.
Si la tendencia se confirma en las provinciales que faltan y en las nacionales, el partido de Ricardo Balbín y Ricardo Alfonsín podría quedarse sin aire de manera definitiva.
¿Qué festeja la Rosada?
Desde hacía semanas el radicalismo venía rosqueando un acercamiento de la alianza Cambiemos con el justicialismo “federal” que, en cada recuento, pierde un gobernador a partir de la instalación de Alberto Fernández como candidato.
Esos movimientos generaron nuevos encontronazos en Balcarce 50 entre el grupo liderado por Horacio Rodríguez Larreta y su discípula la gobernadora Vidal – a los que cada vez con mayor frecuencia se suman Rogelio Frigerio y Emilio Monzó -, que simpatizaba con la idea de cambiar la cabeza de fórmula, y la espada hipermacrista de Marcos Peña.
De un tajo y en minutos, la propuesta de desplazar al mandatario del binomio rodó por los suelos. Quedó abierta la posibilidad de sumar un radical. Para los “díscolos” del Grupo Sofía – al que también pertenecen funcionarias como Carolina Stanley o la cuestionada ministra de Educación porteña, Soledad Acuña – el diputado Martín Lousteau es la figura ideal para cumplir ese papel.
Sin embargo, otra vez serán desairados por la mesa más que estrecha del poder presidencial que, hasta el momento, apunta a la figura del ex senador Ernesto Sanz, uno de los tres fundadores de Cambiemos, alejado de los entrecejos del poder desde hace dos años.
Disgustado con los “alfonsinistas” que lo acusaban de representar más a Macri ante los radicales, que a sus correligionarios frente al PRO, el mendocino se replegó en su provincia, donde colabora con Cornejo, tanto en sus tareas de gobernador como en las de jefe partidario. Llegó incluso a expresar sus simpatías hacia una fórmula secundada por un radical, que podría ser su propio discípulo y coterráneo, el mismo que rosqueó todas las propuestas desde el VIP del salón Ombú, de Parque Norte, junto con sus pares Gerardo Morales y Gustavo Valdés.
El estudio de abogado de “la ficha” cubre gran parte de su provincia, representa a las principales compañías de seguros, vitivinicultura, fruticultura y de empresas locales, incluido el complejo Las Leñas, al que defendió, por ejemplo, por la matanza de 34 cóndores sobre tierras vinculadas a la compañía. Sin embargo el mayor bagaje privado que atesora Sanz es su relación con Paolo Rocca, el titular de Techint, de relación sinuosa con Macri, sobre todo a partir de la negativa del Gobierno a pagarle a su empresa petrolera sus derechos por sobreproducción en Vaca Muerta, hecho que lo llevó a presentar una demanda contra el Estado por “violación al derecho de propiedad”.
La colección de resentimientos incluye una amenaza de encarcelamiento inmediato en la causa por coimas que avanza en Comodoro Py, a raíz de la cual amenazó con el cierre de toda su producción local, despido de sus miles de operarios y traslado de la empresa a Brasil. En minutos, le informaron que no sería detenido y pocos meses después fue desprocesado por la Cámara Federal.
La incorporación de un hombre de confianza del mayor inversor local en el actual yacimiento estrella de la Argentina, sería de gran utilidad para un Mauricio Macri que se muestra debilitado, sin apoyo sustantivo entre los factores de poder económico, carente de crédito internacional y cada día más dependiente del FMI.
Llovido sobre mojado
Martín Lousteau es una de las figuritas que atraen a propios y extraños. Así como algunos de sus correligionarios lo apuntan para una candidatura a Vicepresidente que, ya se dijo, es más que improbable, el diputado, ex ministro de Economía de Cristina Kirchner y ex embajador de Mauricio Macri, apunta a un cargo distinto: Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Para eso, además de haber publicado un nuevo libro, con el leguaje ameno que lo caracteriza y con una didáctica que hace fácil la comprensión de la problemática económica al que llamó “Debajo del agua. Una inmersión en los problema argentinos y sus soluciones”, negocia con distintos sectores. Su objetivo es ser candidato a dirigir los destinos de la capital argentina por dos listas presidenciales distintas: la de Fernández y Fernández y la que pudiese surgir de un espacio radical-lavagnista.
Con los primeros ya habló, los segundos deben constituirse. Además de los aspectos secundarios – edad, estética, estilo – que hoy seducen a los que – no sin éxito – reemplazan política por marketing, presenta otros reales de peso: en 2013 fue superado por Rodríguez Larreta, el delfín macrista, por apenas tres puntos y medio (51,64% contra 48,36%) en la segunda vuelta electoral de la Ciudad, en el marco de una estrategia del aparato kirchnerista que no supo apostar a la derrota de Cambiemos.
Una alternativa de esas características pondría en apuros a los oficialismos nacional y capitalino, este ante el riesgo de perder su bastión fundacional y el primero porque cualquier tracción que agregue votos a los Fernández aumenta sus posibilidades en primera vuelta.
Dividir la división
Tras las movidas del tándem Fernández-Kirchner, los justicialistas “alternativos” tuvieron que mover rápido sus fichas. Roberto Lavagna amagó y contra amagó, se desacreditó y, hasta el momento, dio la espalda al convite del gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, y espera la carroza radical para encabezar la fórmula de un binomio que incluya a los socialistas santafecinos y a los mermados votos que pueda aportar Margarita Stolbizer.
Así las cosas, cuando estaban al borde de la implosión, los referentes de Alternativa Federal peregrinaron hasta “la Docta” donde los recibió el mandatario triunfante para anunciar, junto a Juan Manuel Urtubey, Sergio Massa y Miguel Ángel Pichetto que inscribirán a su sector para las próximas elecciones y que su candidato surgirá de las PASO.
Sergio Massa es el único con votos reales del grupo, y escucha ofertas. Con 47 años recién cumplidos sabe que es de los pocos que todavía estarán en carrera en 2023 y en 2027; comprende que su jugada del presente difícilmente le garantizaría la llegada a la Presidencia y hasta podría dejarlo sin futuro político, si quedase instalado ante un potencial electorado como el artífice de la continuidad macrista, por dividir el voto opositor aún a sabiendas de lo imposible de un triunfo propio.
El tigrense, presionado durante la conferencia de prensa posterior a la “cumbre”, dejó en manos del Congreso del su Frente Renovador de este jueves 30 de mayo la decisión. Con la calma que lo caracteriza, Alberto Fernández usó la plataforma televisiva del Grupo Clarín para señalarle a propios y extraños que su postulación ya sumó el apoyo de “medio bloque” del FR; las versiones que filtra el propio “massismo” dice que las simpatías de incorporarse a ese sector por parte de los convencionales ya superan ese porcentaje.
Con Lavagna sumado al grupo “alternativo”, los estrategas de la Rosada penaban ante la posibilidad de quedar terceros en primera vuelta; la separación del ex ministro de Economía vuelve a ponerlos en carrera como “partido del ballotage”, ya que Massa y Lavagna dividirían votos. Lo que no quieren ni pensar es acerca del origen que tendrían esos sufragios; es muy complejo analizar el comportamiento electoral, pero los perfiles de candidatos y electorados parecen presentar a Cambiemos como más limado por esas ofertas que a los Fernández.
El Obelisco de este miércoles fue un lugar distinto, sin colectivos, taxis y autos; aturdido de cánticos de trabajadores, olores de ollas populares y banderas opositoras. Fue el ombligo de una ciudad, y si lo federales lo permiten, de un país que paró todas sus actividades para rechazar a un gobierno que intenta reconstruir sus posibilidades electorales.