
Las ventas de alimentos en supermercados caen pero los viajes al exterior crecen al 14% anual. Las ventas de leche se desploman 18% anual, pero los patentamientos de autos importados se disparan. ¿Cómo es esto posible?
La respuesta es que si bien hay una tenue recuperación, es más lenta que las típicas reactivaciones argentinas (a mitad de camino para recuperar lo perdido en 2016) y es profundamente heterogénea y concentrada. Y es en este punto donde cuestiono el modelo económico de Cambiemos: el promedio “da bien”, pero se construye con mejoras de los que más tienen y empeoramiento de la clase media y media-baja. Esta heterogeneidad es lo que en parte explica por qué aún “no le llega a la gente”.
Veamos entonces quiénes son los beneficiarios y quiénes los perdedores.
Por un lado, está “mejor” el trabajador en relación de dependencia de un sector “ganador” del modelo (bancos, cerealeras, etc.), aunque en muchos casos no pueda ni recuperar lo perdido en 2016. En cambio, el de un sector “perdedor” (industria, comercio) no sólo tiene menos chance de recuperar lo perdido por paritarias más acotadas, sino por la posibilidad de sufrir recortes de turnos.
Esto es especialmente preocupante para el dueño de una pequeña y mediana empresa (pyme) industrial (hay 60.000 en blanco), y consecuentemente sus empleados, que sufre la presión de los costos, los tarifazos, el salto de la competencia importada (las cantidades importadas de bienes finales son récord), el consumo débil y que 4 de cada 10 pesos que factura se vayan en impuestos. Ejemplos de esto son una pyme textil, una gráfica o una plástica.
Lo mismo ocurre para los que viven de un pequeño comercio (panaderías, carnicerías, ferreterías, etc.), que además de la presión de costos sufren la caída de las ventas e incluso aumento del comercio online. La mayoría de ellos hoy está peor.
En cambio, una multinacional, una gran aceitera o una constructora ligada a la obra pública con mayor demanda, mayor espalda, acceso a capital de trabajo a menor costo y, especialmente, posibilidad de acceder a la renta financiera y a exenciones impositivas, está claramente mejor.
Más preocupante es el caso del trabajador informal (1 de cada 3), que gana menos de la mitad que uno en blanco y no tiene aguinaldo o vacaciones pagas. También es difícil la situación de un pequeño cuentapropista de ingresos irregulares (“changas”), como un electricista, un remisero o incluso un cafetero. Muchos de ellos sufren la menor demanda, pero aunque incluso tengan algo más de trabajo (especialmente en la construcción), hay que recordar que deben cancelar las deudas usurarias tomadas el año pasado.
Asimismo, un jubilado de la mínima, aunque recuperara la cuarta parte de lo perdido el año pasado, se ve particularmente afectado por la suba de alimentos y medicamentos, si es que pudo acceder a la tarifa social. Lo mismo ocurre con los beneficiarios de planes, con la diferencia que en general estas familias suelen complementar sus ingresos con changas.
Así vemos cómo la magra mejora está concentrada en la parte superior de la pirámide de ingresos, lo cual se ve potenciado por la bicicleta financiera y la especulación. Además, lo acotado del crecimiento agregado nos muestra que tendremos otro “bienio perdido”: el PBI per cápita cayó 0,3% por año en los últimos 6 años.
En definitiva, estos son los resultados del modelo de Cambiemos: es más rentable “timbear” e importar que producir o invertir. Le va mejor a la empresa grande que a la pequeña, en el agro es rentable la zona núcleo pero no las economías regionales, y la mejora se concentra en los que más tienen. A esto se suma que los desequilibrios estructurales de la economía tampoco están en claras vías de recuperación y profundizamos cada vez más los esquemas que en el pasado ya han demostrado que no resultan (error conservador).
Pero tampoco hay que volver al modelo anterior, que también fracasó. El fomento aislado del consumo siempre culmina con la acumulación de desequilibrios que con el tiempo se hacen insostenibles (error populista). Y como el principal desequilibrio que se genera es la inflación, también se perjudican los más vulnerables.
Lamentablemente, ya vivimos muchas veces períodos de desequilibrios inflacionarios seguidos de procesos crecimiento concentrado y para pocos, producto no tener definida una dirección que busque un crecimiento con eje productivo, con visión de desarrollo social y equilibrado entre consumo e inversión. Ya muchas veces vivimos el “péndulo” entre el error populista y el conservador.
Debemos apuntar a tener una visión de desarrollo y equilibrada de largo plazo*, para que la Argentina deje de desaprovechar oportunidades. Y, fundamentalmente, porque hay muchos que no pueden seguir esperando.
El gobierno está a tiempo de torcer el rumbo, pero para ello debe previamente tener un diagnóstico correcto. No concentrarse en mirar solamente el promedio de la economía debe ser el primer paso en esa dirección. “Sí se puede”, pero se debe comprender que, “Juntos”, tiene que significar “todos” y no sólo unos pocos.