Víctor Pelli, será nombrado “Profesor Extraordinario” por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo

El arquitecto y académico tucumano que soñó, 'con ser director de cine', será nombrado próximamente como “Profesor Extraordinario” de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNNE, en donde desarrolló la mayor parte de su vida docente y de investigación.

Víctor Pelli, arquitecto.

Utiliza una respuesta similar a la de su hermano César para responder a la pregunta ¿por qué se decidió por una profesión como la Arquitectura?: una sonrisa le abarca toda la cara. Luego de un meditado silencio remata con esa suerte de chiste bien contado: “¡Porque la Facultad quedaba a una cuadra de mi casa!”.

Esa humorada de Víctor Saúl Pelli quizás contenga algo de verdad. Algunos hechos de su vida confirmarían esta hipótesis que bien podrían ubicarlo ejerciendo otras actividades pero con la misma pasión y convicción.

Está frente a mí a un hombre de 85 años con vestigios de una tonada tucumana que viene atada de recuerdos que reflotó discretamente.
Por minutos vuelve a ser Víctor, aquel adolescente que rindió libre 5º año de secundario porque “se aburría muchísimo”. “Alguien me preguntó si quería alardear ante alguien, le respondí que sí, pero nunca dije a quién”.

Sin una vocación definida, tomó ese año ganado como sabático y lo dedicó a perfeccionar idiomas y a inscribirse – por recomendación – a cursar dos años de un ciclo básico en ciencias humanísticas.
Ingresó a la Universidad de Tucumán cursando de manera paralela las carreras de Arquitectura y Filosofía, aunque a esta última terminó dejándola luego de un semestre por hallarla “poco creativa”.

Se trataba claramente de dos mundos distintos. “Pero me gustaba estudiar, bien podría entrar en la calificación de lo que ahora llaman un nerd”. Por entonces grandes maestros de la arquitectura argentina como Eduardo Sacriste y Jorge Vivanco, estaban al frente de las cátedras de la carrera de la universidad tucumana.

“No podía crear en filosofía, nos limitábamos a repetir las distintas líneas filosóficas en la historia de la humanidad. Eso no ocurría con la arquitectura, además de lo artístico y los cálculos, había un proceso creativo constante que me marcó”.

Más no todo era estudio. Lejos de los deportes, salvo escaparse con la bicicleta cada tanto, el joven Víctor Pelli tenía aspiraciones más serias: ser aviador. Comenzó con los cursos de instrucción que en poco tiempo lo llevaron a planear a 100 metros de altura. Sin embargo, sus sueños tuvieron un descenso abrupto cuando instructor y simulador desaparecieron de la faz del suelo tucumano de un día para el otro.

Para ese entonces el 2º año de la carrera de Arquitectura ya estaba terminada. Paralelamente un conflicto político coyuntural académico se estaba gestando, y con él muchos de los docentes que habían consolidado la facultad, tomaban nuevos rumbos. La gran movida cultural que se gestó en Tucumán a fines de la década del ’40 y principios de los ’50, se fue desmoronando con el retorno de académicos europeos que volvían a sus países de origen tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.

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